La vida universitaria ahí es particularmente distinta, no conozco una fraternidad tan especial y tan solidaria. Como aquel día que me junté a almorzar con una compañera vegetariana en el casino y fiel a su condición, dejó su trozo de carne y ahí estaban los que siempre rondan buscando almas caritativas que conviden almuerzo:
-¿te vai a comer todo?
-no
-¿me lo dai porfa?
-si, claro…
Resultado, alumnos y cocineros felices. “Acá nada se pierde”, dicen.
O tan empática, con sus características paredes vestidas de letreros en cartulina u hojas de cuaderno invitando a revolucionar algo, vendiendo anticonceptivos, carretes en el Roma, peña por aquí, peña por allá, cuadernos perdidos, un profe ausente, asambleas extraordinarias para capear clases y una infinidad de documentos y extractos de lecturas salidas de no se donde y cuya validez nadie se preocupa de investigar; pero allí están, información para cada necesidad. Ah, claro, sin contar los letreros de papel couché que nadie lee.
O tan impredecible como aquella vez en mi primer año, como buena mechona inexperta, averiguando cuanta función gratis se ofrecía, pendiente de películas en estreno, y constante visitadora de la hemeroteca, el lugar más piola de la U, para hacer las tareas a tiempo. Veo que una chica pasa módulo por módulo diciendo algo en silencio a otros mechones en las mismas, hasta que llegó a mi y distingo unas palabras: “hay cine…”.
¡Que bien el estreno de Fahrenheit 9/11!, pensé. Me tomé mi tiempo, terminé mi tarea. Un auxiliar que guardaba con apuro las sillas, me dice que qué hago ahí todavía, le digo que no me preocupaba porque sabía que la película comenzaba en media hora más…
-¿Qué película?
-la que va a dar, respondí
-¡Qué película ni que nada, tiene que puro irse que se tomaron la U!
-¿pero y la película?
-¿le dijeron que hay "sit-in"? Noooo, eso es que se la estaban tomando, ahora vea cómo sale de aquí, afuera está la cagá.
Salgo, la U desierta, no hay escapatoria, todo lleno de humo, me voy por unos pasillos y me detiene un grupo de grandes encapuchados (no recordaba alumnos tan altos… ¿?)
-¿qué haces acá?
-busco la salida
-estamos cercados, no puedes salir.
Me devolví, pensando que la salida por atrás era la mejor y me encuentro con un panorama más confuso aún, desorientada corro con un grupo de encapuchados hacia un lugar seguro, luego para otro, hasta terminar en una calle que jamás había visitado, sin poder respirar, sin enfoque alguno y llorando a mares, no de susto, el gas lacrimógeno se me había incrustado en la piel y lo peor de todo ¡A CARA DESCUBIERTA! De esa logré escapar, pero mi susto empezó de noche, con disimulo junto a mi familia vi las noticias locales cruzando los dedos de no aparecer. Bueno, mantuve mi bajo perfil, no aparecí, pero gracias a eso descubrí que la U tiene sorpresas y que llevar pasamontañas es indispensable.
Cuántas cosas más he dejado en el tintero, esto es un esbozo del acontecer en mi escuela, una Universidad humanista sin más recursos que un plumón y pizarra, donde clones de Malenita y el Moco Soto* recorren los pasillos en busca de la sala de turno, donde el escudo debería llevar un honorable perrito callejero y un guanaco. ¡Esa es mi U!
Dedicado a los eternos inconformistas que ayudan a fortalecer su identidad, a todos ellos, muchas gracias.

*Véase Chancho Cero