
A pesar que había creído que no escribiría hasta el primer vislumbre de otoño, todo ha sido un mal entendido y me han dado ganas igual de escribir y publicarlo en cuanto me nace, he querido hacer honor a Heráclito, con eso que uno no se baña jamás en el mismo río y he volcado mis impulsos escribiendo durante mi onírico paso por el verano.
Espontaneidad ante todo, esto involucra dejar de lado ciertas cosas para dar paso a otras totalmente inconsecuentes, resultado del impulso de lo espontáneo.
Jodorowsky dice que la poesía es un acto, habla del “acto poético”, no una poesía estática en la escritura, sino una poesía de la experiencia, el cuestionamiento de una realidad obligatoria llevado a la acción*.
A propósito del escrito “Los Límites del Amor” y como ya adelanté en el último párrafo, es bueno integrar cada una de las ideas expuestas por W. Riso y Jodorowsky por opuestas que parezcan, ya que racionalizar el corazón requiere también la inteligencia de fusionar dos partes que podrían ser un todo mentalmente sano, algo así como "racionalizar el corazón poéticamente", es un equilibrio interesante.
He intentado buscar en mis recuerdos aquellos anécdotas que me hagan rescatar un acto poético y casi todos están en mi niñez y adolescencia, supongo que debe ser que uno suele racionalizar menos las circunstancias. Durante este período tanto yo como mis pares coincidíamos en intensificar situaciones ubicadas en el "aquí y ahora".
Recuerdo cierto incidente en que visitando por primera vez la ahora tan familiar ciudad de Valparaíso, una compañera de colegio de ese entonces y yo quedamos expuestas a las circunstancias.
Todo ocurrió cuando ella me propuso visitar a unos parientes que la habían invitado a pasar un fin de semana, parecía un agradable, tranquilo y planificado panorama (sin imaginar que terminaría siendo un sobresaliente, fatigado e impredecible panorama). Yo accedí y mi madre sin mayor cuestionamiento me dio permiso, salimos un poco tarde de San Antonio y llegamos al Cerro Barón donde supuestamente vivían sus tíos, me tuvo dando vueltas casi una hora buscando la casa, hasta que dimos con una que habíamos rondado desde hace rato, se detiene frente a una casa, después de observarla unos segundos, toca el timbre y abre la puerta un hombre mayor y ella lo saluda:
- ¡Hola tío! ¿Se acuerda de mí?
- Eh, no
- ¿Y la tía?
Él, perplejo nos saluda, a ella le da un desconcertado abrazo y nos hace pasar.
- Ella no está fue al sur, estoy solo… tomen asiento, ¿tomaron once?
- No tío, vine con una amiga por el fin de semana y pasé a saludarlos
- ¿Sabe?, no me acuerdo de usted mi’jita, ¿de dónde es usted?
- Soy pariente de la tía
- Ah, ¿y cómo está su familia?
- Bien, todos bien
- Que bueno. Pasen a la mesa, les serviré once
En todo momento él la miraba detenidamente intentando, tal vez, encontrar algún rasgo familiar o escarbando en su memoria.
Nos sirvió once, después de unas preguntas y respuestas pobres y ambiguas de mi compañera, ella le preguntó si podíamos pasar allí la noche, a lo que él respondió con evasivas, finalmente tuvimos que irnos ya no recuerdo las excusas de su “tío”.
Una vez fuera de la casa y después que el último bus a San Antonio había partido, caminamos sin rumbo fijo por unas angostas calles, yo la miraba esperando alguna súbita solución, pero ella parecía muy concentrada en algún extraño pensamiento, hasta que pregunté:
- ¿Esos eran los tíos donde íbamos?
Y para mi sorpresa:
- No, la verdad es que no conozco a ese caballero y lo de los tíos era mentira, tuve problemas con mis papás y quise escapar de San Antonio.
- ¿Qué vamos a hacer ahora?- Atiné a decir - … yo pensé… mi mamá… el bus…
- No sé qué hacer - responde ella
- ¡¿No sé que hacer?! ¡¿me trajiste engañada a Valparaíso para andar a la deriva?!
Sin tomar mucho en cuenta mi apreciación, ella seguía abstraída.
La situación carecía de sentido y viendo que mi compañera no reaccionaba, recordé que en el colegio hace unos años atrás yo tenía una compañera que se vino a vivir a Viña y siempre mantuve su dirección en mi libreta, así es que le propuse ir a pedirle alojamiento.
Preguntamos dónde tomar la micro a Gómez Carreño. Sin medir distancia y totalmente desorientada, preguntamos a un sujeto por la dirección que yo tenía y le contamos que no conocíamos la ciudad. Por suerte a quien preguntamos era un carabinero de civil quién nos llevó hasta dar con la casa en cuestión.
- Ok jovencitas, aquí es… ojalá les vaya bien, yo me tengo que ir.
Quedamos en aquel lugar oscuro y solitario dónde no parecía habitar nadie. De pronto de una casa vecina sale una mujer quien nos dice que todos los de esa casa se fueron a San Antonio a pasar en fin de semana. Intentamos conversar un poco más con la señora, pero no parecía muy dispuesta, así es que finalmente le preguntamos cómo llegar al centro de Viña para ir a pedir ayuda a Carabineros.
Era ya media noche, tomamos un colectivo, llegamos al centro, caminamos por 1 norte tratando de encontrar la playa y en dirección contraria dos niñas con idénticas características a las nuestras, sin entender porqué, nos detienen y nos saludan, nos dicen que son de Santiago y que no saben donde quedarse, dijimos que estábamos en la misma situación y que podíamos quedarnos juntas hasta que amaneciera. Nos sentamos en un paradero a conversar. En ese momento pasa un auto repleto de jóvenes con música a todo volumen y nos invitan a ir con ellos, antes de reaccionar, las muchachas ya estaban instaladas dentro del auto y ellas nos llaman:
- ¡Suban, ahí se van a morir de frío!
- No gracias, respondí vayan ustedes
No nos atrevimos, solas nuevamente, nos quedamos en el paradero un rato más, luego preguntamos a unas personas dónde había más gente de noche y nos respondieron que en la Av. Perú se reúne mucha gente. Partimos en esa dirección y conocimos a un grupo de personas que se preparaban para ir a una fiesta a un departamento cerca de allí y para segunda suerte nuestra, entre ellos estaba un adolescente dueño de casa, anfitrión de la fiesta, nos invitó.
Pasamos toda la noche en una fiesta en un hermoso departamento con una espléndida vista al mar, con mucha gente y cuando nos dio sueño, el dueño de casa nos pasó el dormitorio de los padres que se habían ido de viaje, dormimos bien. Al otro día una señora que llegaba en la mañana a hacer aseo y preparar la comida, nos pasó toallas limpias para bañarnos, nos sirvió rico y contundente desayuno y cuando despertó el dueño de casa y un par de amigos, nos invitaron al muelle de Valparaíso a andar en bote, paseamos toda la tarde, hasta que nos dejaron en el bus y regresamos a San Antonio sanas, salvas y con un fin de semana memorable.
Evidentemente la irracionalidad pudo hacernos pasar malos ratos; sin embargo durante ese casual acontecimiento, vivimos en todo momento situaciones espontáneas, toda esta incertidumbre nos llevó a encontrar un acto circunstancial de 24 horas, que se fue creando a medida que pasaba cada minuto, sin siquiera imaginar que depararía el siguiente, un acto irracional-consciente, tal cual lo aconseja Jodorowsky.
La vida es así, ir sorprendiéndose disfrutando cada situación espontánea no planeada. Intentaré –hasta cuando ya no lo necesite- vivir la realidad de lo impredecible y actuar. Algo positivo rescatado de estas vacaciones dónde he podido darme el lujo de esquivar algunas obligaciones.
Espontaneidad ante todo, esto involucra dejar de lado ciertas cosas para dar paso a otras totalmente inconsecuentes, resultado del impulso de lo espontáneo.
Jodorowsky dice que la poesía es un acto, habla del “acto poético”, no una poesía estática en la escritura, sino una poesía de la experiencia, el cuestionamiento de una realidad obligatoria llevado a la acción*.
A propósito del escrito “Los Límites del Amor” y como ya adelanté en el último párrafo, es bueno integrar cada una de las ideas expuestas por W. Riso y Jodorowsky por opuestas que parezcan, ya que racionalizar el corazón requiere también la inteligencia de fusionar dos partes que podrían ser un todo mentalmente sano, algo así como "racionalizar el corazón poéticamente", es un equilibrio interesante.
He intentado buscar en mis recuerdos aquellos anécdotas que me hagan rescatar un acto poético y casi todos están en mi niñez y adolescencia, supongo que debe ser que uno suele racionalizar menos las circunstancias. Durante este período tanto yo como mis pares coincidíamos en intensificar situaciones ubicadas en el "aquí y ahora".
Recuerdo cierto incidente en que visitando por primera vez la ahora tan familiar ciudad de Valparaíso, una compañera de colegio de ese entonces y yo quedamos expuestas a las circunstancias.
Todo ocurrió cuando ella me propuso visitar a unos parientes que la habían invitado a pasar un fin de semana, parecía un agradable, tranquilo y planificado panorama (sin imaginar que terminaría siendo un sobresaliente, fatigado e impredecible panorama). Yo accedí y mi madre sin mayor cuestionamiento me dio permiso, salimos un poco tarde de San Antonio y llegamos al Cerro Barón donde supuestamente vivían sus tíos, me tuvo dando vueltas casi una hora buscando la casa, hasta que dimos con una que habíamos rondado desde hace rato, se detiene frente a una casa, después de observarla unos segundos, toca el timbre y abre la puerta un hombre mayor y ella lo saluda:
- ¡Hola tío! ¿Se acuerda de mí?
- Eh, no
- ¿Y la tía?
Él, perplejo nos saluda, a ella le da un desconcertado abrazo y nos hace pasar.
- Ella no está fue al sur, estoy solo… tomen asiento, ¿tomaron once?
- No tío, vine con una amiga por el fin de semana y pasé a saludarlos
- ¿Sabe?, no me acuerdo de usted mi’jita, ¿de dónde es usted?
- Soy pariente de la tía
- Ah, ¿y cómo está su familia?
- Bien, todos bien
- Que bueno. Pasen a la mesa, les serviré once
En todo momento él la miraba detenidamente intentando, tal vez, encontrar algún rasgo familiar o escarbando en su memoria.
Nos sirvió once, después de unas preguntas y respuestas pobres y ambiguas de mi compañera, ella le preguntó si podíamos pasar allí la noche, a lo que él respondió con evasivas, finalmente tuvimos que irnos ya no recuerdo las excusas de su “tío”.
Una vez fuera de la casa y después que el último bus a San Antonio había partido, caminamos sin rumbo fijo por unas angostas calles, yo la miraba esperando alguna súbita solución, pero ella parecía muy concentrada en algún extraño pensamiento, hasta que pregunté:
- ¿Esos eran los tíos donde íbamos?
Y para mi sorpresa:
- No, la verdad es que no conozco a ese caballero y lo de los tíos era mentira, tuve problemas con mis papás y quise escapar de San Antonio.
- ¿Qué vamos a hacer ahora?- Atiné a decir - … yo pensé… mi mamá… el bus…
- No sé qué hacer - responde ella
- ¡¿No sé que hacer?! ¡¿me trajiste engañada a Valparaíso para andar a la deriva?!
Sin tomar mucho en cuenta mi apreciación, ella seguía abstraída.
La situación carecía de sentido y viendo que mi compañera no reaccionaba, recordé que en el colegio hace unos años atrás yo tenía una compañera que se vino a vivir a Viña y siempre mantuve su dirección en mi libreta, así es que le propuse ir a pedirle alojamiento.
Preguntamos dónde tomar la micro a Gómez Carreño. Sin medir distancia y totalmente desorientada, preguntamos a un sujeto por la dirección que yo tenía y le contamos que no conocíamos la ciudad. Por suerte a quien preguntamos era un carabinero de civil quién nos llevó hasta dar con la casa en cuestión.
- Ok jovencitas, aquí es… ojalá les vaya bien, yo me tengo que ir.
Quedamos en aquel lugar oscuro y solitario dónde no parecía habitar nadie. De pronto de una casa vecina sale una mujer quien nos dice que todos los de esa casa se fueron a San Antonio a pasar en fin de semana. Intentamos conversar un poco más con la señora, pero no parecía muy dispuesta, así es que finalmente le preguntamos cómo llegar al centro de Viña para ir a pedir ayuda a Carabineros.
Era ya media noche, tomamos un colectivo, llegamos al centro, caminamos por 1 norte tratando de encontrar la playa y en dirección contraria dos niñas con idénticas características a las nuestras, sin entender porqué, nos detienen y nos saludan, nos dicen que son de Santiago y que no saben donde quedarse, dijimos que estábamos en la misma situación y que podíamos quedarnos juntas hasta que amaneciera. Nos sentamos en un paradero a conversar. En ese momento pasa un auto repleto de jóvenes con música a todo volumen y nos invitan a ir con ellos, antes de reaccionar, las muchachas ya estaban instaladas dentro del auto y ellas nos llaman:
- ¡Suban, ahí se van a morir de frío!
- No gracias, respondí vayan ustedes
No nos atrevimos, solas nuevamente, nos quedamos en el paradero un rato más, luego preguntamos a unas personas dónde había más gente de noche y nos respondieron que en la Av. Perú se reúne mucha gente. Partimos en esa dirección y conocimos a un grupo de personas que se preparaban para ir a una fiesta a un departamento cerca de allí y para segunda suerte nuestra, entre ellos estaba un adolescente dueño de casa, anfitrión de la fiesta, nos invitó.
Pasamos toda la noche en una fiesta en un hermoso departamento con una espléndida vista al mar, con mucha gente y cuando nos dio sueño, el dueño de casa nos pasó el dormitorio de los padres que se habían ido de viaje, dormimos bien. Al otro día una señora que llegaba en la mañana a hacer aseo y preparar la comida, nos pasó toallas limpias para bañarnos, nos sirvió rico y contundente desayuno y cuando despertó el dueño de casa y un par de amigos, nos invitaron al muelle de Valparaíso a andar en bote, paseamos toda la tarde, hasta que nos dejaron en el bus y regresamos a San Antonio sanas, salvas y con un fin de semana memorable.
Evidentemente la irracionalidad pudo hacernos pasar malos ratos; sin embargo durante ese casual acontecimiento, vivimos en todo momento situaciones espontáneas, toda esta incertidumbre nos llevó a encontrar un acto circunstancial de 24 horas, que se fue creando a medida que pasaba cada minuto, sin siquiera imaginar que depararía el siguiente, un acto irracional-consciente, tal cual lo aconseja Jodorowsky.
La vida es así, ir sorprendiéndose disfrutando cada situación espontánea no planeada. Intentaré –hasta cuando ya no lo necesite- vivir la realidad de lo impredecible y actuar. Algo positivo rescatado de estas vacaciones dónde he podido darme el lujo de esquivar algunas obligaciones.
* No confundir realizar un acto diferente de las acciones ordinarias y sin ser codificarlas, es importante hacerlo conscientemente, medir y aceptar de antemano las consecuencias. Este punto es sorprendente de Jodorowsky, ya que debido a sus experiencias él aconseja tomar siempre la precaución de no alcanzar la violencia, “la acción poética no es la manifestación compulsiva de una rebelión ciega… El acto es acción y no reacción vandálica inconsciente”; pero aún así insiste en ver poesía en actos sin usar la razón, pero con el consciente alerta.