
Siempre he luchado contra los prejuicios (luchar sólo en forma personal, es un batalla inútil tratar de mejorar a los demás… o lo digo mejor, “parto por casa”) he tratado de ser consecuente, creo que lo logré de cierta forma; sin embargo, me he visto sola, nadie quiere realmente seguirme.
Son muchos los prejuicios algunos más dañinos que otros, pero todos focalizados en la apariencia, en quien luce lo más cercano posible a los estándares de belleza, es un asunto animal, lo sé, mientras menos civilizado el ser humano, más importa.
Hoy en día este asunto está tomando mayor relevancia en nuestro país (hay que reducir el segmento), porque aparte de ser un asunto de dinero, por el hecho de que tenemos mayor poder adquisitivo y con ello, fácil acceso a tratamientos de todo tipo y la tecnología con el fotoshop, facebook, etc. están también los medios de comunicación, con sus fútiles y frívolos programas de televisión. Cuesta aún más hacer comprender que la madurez emocional, la razón, lo espiritual, el intelecto, etc. son valores más importantes que el cómo lucimos. El culto al cuerpo parece ser el fin, el objetivo, la meta de superación para muchos, tratando de ganarse un espacio acomodado y fácil dentro de la sociedad. Si antes esta mecánica me fastidiaba sobre manera y era toda una rebelde tratando de demostrar cuán inútil y cortoplacista era la dinámica de tomar decisiones o dejarse llevar en base a la apariencia, hoy me doy cuanta que he perdido la batalla, estoy sola en esto, por lo menos dentro de mi circulo cercano, que si pudiera medirlo daría un radio de cientos de personas. Es decir, cientos de personas a la redonda no han logrado entender que el envase es banal y etéreo.
El raciocinio (para los que lo han madurado) nos dice que mientras más prolongado sea el tiempo en que el prójimo es capaz de hacernos sentir plenos, productivos y felices, mayor es el valor de es esa persona y el sentido de nuestras vidas y esto se traduce en que hemos hecho buenas elecciones en nuestra vida, y todas esas características, al momento de tomar decisiones, no las da la apariencia, sino que cuánto ha crecido, madurado y evolucionado esa persona.
Esta bien, entiendo que hay gente que no cumple con el patrón de belleza y que además es superficial o son personas malas, también entiendo que en el caso de obtener un puesto en el trabajo, es difícil medir cuánta madurez espiritual tiene una persona; sin embargo parece ser que la belleza física tiene el estatus de lo único y más importante.
Pero ¿saben? hay ciertos patrones que nos pueden llevar a captar cuánto ha trabajado una persona por lograr una apariencia lo más perfecta posible y si digo “trabajado” es realmente así, es un verdadero y arduo trabajo de perfeccionamiento físico. Lo que nos lleva a entender que no hay tiempo para perfeccionarse en otros ámbitos. Les pondré un ejemplo personal: un día una conocida mía me invitó a hacerme la manicure y pedicure porque necesitaba una modelo para una alumna. Parecía interesante, relajado y lo mejor, le hacía un favor y era gratis. Me citó en el salón a las dos de la tarde, llegué, me senté y comenzaron a ocuparse de mis manos y pies y comenzó el trabajo, al principio parecía agradable, había una buena temperatura y el sillón tipo camilla era bastante acogedor y los masajes a los dedos y el agüita eran relajantes, a la hora mantenía la misma posición y los dedos se me estaban acalambrando por tenerlos siempre separados, porque, no sólo eran masajes, sino que era instalación de uñas de acrílico con pintura en las manos y pintura con dibujos en los pies. A la hora y media estaba muy aburrida, los temas de conversación no se alejaban de los tipos de uñas de otras clientas que habían pasado por allí, de vidas privadas tipo telenovelas de otras conocidas (de ellas) y para peor, no podía capear la conversación leyendo porque aparte de tener las manos ocupadas, las revistas que habían trataban los mismos tópicos. Para resumir, el ritual tortuoso terminó a las seis y media, claro, las manos se me veían como nunca y mis pies para qué decir; pero a cambio estuve sumida en cuatro horas y media de vacío, de nada, ni siquiera lo podría llamar ocio, ya que el ocio es sano, aunque no lo crean el ocio es productivo, es cosa de analizarlo un poco, ocio en griego es scholé, que significa al mismo tiempo escuela, ocio e instrucción (les dejo la tarea de meditar acerca de esto).
Lo que quiero decir es que para ser bella no sólo hay que ver estrellas, sino que además de eso, no deja nada. Imaginen mi ejemplo en la peluquería, gimnasios, cirugías, implantes, botox, peeling, reducciones, solarium y cuanta cosa existe para lograr los estándares de belleza requeridos por otros. Todo este trabajo de culto a la apariencia, como dije antes, es arduo y requiere de mucho tiempo de dedicación, (diariamente para los más rigurosos), entonces, siguiendo este análisis, ¿cómo un hombre con treinta y tantos sin guata, con músculos, bronceado perfecto, bizos, etc. o a mujer de treinta y tantos con pechos firmes, pelo sedoso de color indefinido y bien peinado, manos y piel perfecta, cuerpo esculpido, etc. vamos a suponer, tenga tiempo de trabajar por una superación espiritual o intelectual si ni siquiera para el ocio tienen tiempo?. Es una deducción tan lógica, casi matemática.
Bueno, para terminar quisiera insistir en que en esto estoy sola, por lo menos en mi radio, ya que hay gente que ha meditado sobre lo que aquí dice y al igual que yo luchan para no caer en esta dinámica injusta y banal, lamentablemente son poquísimas y en su mayoría mujeres, sí, para los hombres parece ser una doble o triple tarea superarlo, en mi vida he conocido sólo a uno que buscaba crecer junto a personas que lo ayudaran en esta tarea “evolucionar”, lo recuerdo, era algo así como un John Lennon y él compartió su vida conmigo, su “Yoko”. Después de él todos los machos que he conocido se deslumbran aún con la apariencia… estoy vencida.
Son muchos los prejuicios algunos más dañinos que otros, pero todos focalizados en la apariencia, en quien luce lo más cercano posible a los estándares de belleza, es un asunto animal, lo sé, mientras menos civilizado el ser humano, más importa.
Hoy en día este asunto está tomando mayor relevancia en nuestro país (hay que reducir el segmento), porque aparte de ser un asunto de dinero, por el hecho de que tenemos mayor poder adquisitivo y con ello, fácil acceso a tratamientos de todo tipo y la tecnología con el fotoshop, facebook, etc. están también los medios de comunicación, con sus fútiles y frívolos programas de televisión. Cuesta aún más hacer comprender que la madurez emocional, la razón, lo espiritual, el intelecto, etc. son valores más importantes que el cómo lucimos. El culto al cuerpo parece ser el fin, el objetivo, la meta de superación para muchos, tratando de ganarse un espacio acomodado y fácil dentro de la sociedad. Si antes esta mecánica me fastidiaba sobre manera y era toda una rebelde tratando de demostrar cuán inútil y cortoplacista era la dinámica de tomar decisiones o dejarse llevar en base a la apariencia, hoy me doy cuanta que he perdido la batalla, estoy sola en esto, por lo menos dentro de mi circulo cercano, que si pudiera medirlo daría un radio de cientos de personas. Es decir, cientos de personas a la redonda no han logrado entender que el envase es banal y etéreo.
El raciocinio (para los que lo han madurado) nos dice que mientras más prolongado sea el tiempo en que el prójimo es capaz de hacernos sentir plenos, productivos y felices, mayor es el valor de es esa persona y el sentido de nuestras vidas y esto se traduce en que hemos hecho buenas elecciones en nuestra vida, y todas esas características, al momento de tomar decisiones, no las da la apariencia, sino que cuánto ha crecido, madurado y evolucionado esa persona.
Esta bien, entiendo que hay gente que no cumple con el patrón de belleza y que además es superficial o son personas malas, también entiendo que en el caso de obtener un puesto en el trabajo, es difícil medir cuánta madurez espiritual tiene una persona; sin embargo parece ser que la belleza física tiene el estatus de lo único y más importante.
Pero ¿saben? hay ciertos patrones que nos pueden llevar a captar cuánto ha trabajado una persona por lograr una apariencia lo más perfecta posible y si digo “trabajado” es realmente así, es un verdadero y arduo trabajo de perfeccionamiento físico. Lo que nos lleva a entender que no hay tiempo para perfeccionarse en otros ámbitos. Les pondré un ejemplo personal: un día una conocida mía me invitó a hacerme la manicure y pedicure porque necesitaba una modelo para una alumna. Parecía interesante, relajado y lo mejor, le hacía un favor y era gratis. Me citó en el salón a las dos de la tarde, llegué, me senté y comenzaron a ocuparse de mis manos y pies y comenzó el trabajo, al principio parecía agradable, había una buena temperatura y el sillón tipo camilla era bastante acogedor y los masajes a los dedos y el agüita eran relajantes, a la hora mantenía la misma posición y los dedos se me estaban acalambrando por tenerlos siempre separados, porque, no sólo eran masajes, sino que era instalación de uñas de acrílico con pintura en las manos y pintura con dibujos en los pies. A la hora y media estaba muy aburrida, los temas de conversación no se alejaban de los tipos de uñas de otras clientas que habían pasado por allí, de vidas privadas tipo telenovelas de otras conocidas (de ellas) y para peor, no podía capear la conversación leyendo porque aparte de tener las manos ocupadas, las revistas que habían trataban los mismos tópicos. Para resumir, el ritual tortuoso terminó a las seis y media, claro, las manos se me veían como nunca y mis pies para qué decir; pero a cambio estuve sumida en cuatro horas y media de vacío, de nada, ni siquiera lo podría llamar ocio, ya que el ocio es sano, aunque no lo crean el ocio es productivo, es cosa de analizarlo un poco, ocio en griego es scholé, que significa al mismo tiempo escuela, ocio e instrucción (les dejo la tarea de meditar acerca de esto).
Lo que quiero decir es que para ser bella no sólo hay que ver estrellas, sino que además de eso, no deja nada. Imaginen mi ejemplo en la peluquería, gimnasios, cirugías, implantes, botox, peeling, reducciones, solarium y cuanta cosa existe para lograr los estándares de belleza requeridos por otros. Todo este trabajo de culto a la apariencia, como dije antes, es arduo y requiere de mucho tiempo de dedicación, (diariamente para los más rigurosos), entonces, siguiendo este análisis, ¿cómo un hombre con treinta y tantos sin guata, con músculos, bronceado perfecto, bizos, etc. o a mujer de treinta y tantos con pechos firmes, pelo sedoso de color indefinido y bien peinado, manos y piel perfecta, cuerpo esculpido, etc. vamos a suponer, tenga tiempo de trabajar por una superación espiritual o intelectual si ni siquiera para el ocio tienen tiempo?. Es una deducción tan lógica, casi matemática.
Bueno, para terminar quisiera insistir en que en esto estoy sola, por lo menos en mi radio, ya que hay gente que ha meditado sobre lo que aquí dice y al igual que yo luchan para no caer en esta dinámica injusta y banal, lamentablemente son poquísimas y en su mayoría mujeres, sí, para los hombres parece ser una doble o triple tarea superarlo, en mi vida he conocido sólo a uno que buscaba crecer junto a personas que lo ayudaran en esta tarea “evolucionar”, lo recuerdo, era algo así como un John Lennon y él compartió su vida conmigo, su “Yoko”. Después de él todos los machos que he conocido se deslumbran aún con la apariencia… estoy vencida.