martes, enero 18, 2011

Alba Campestre


Desde su arribo, cada mañana es igual. A él le gusta sentarse junto a mi y disfrutar de la refrescante brisa matutina de verano. Le complace además el café y pan tostado, todo acompañado de preguntas sin respuestas creadas durante su existencia, sin esperar respuesta alguna, a él le gusta así, divagar en las posibles respuestas, sólo pregunta con el deseo de hacerme cómplice de sus ingenuos pensamientos. Abstraído mira al frente husmeando es el límite del horizonte. Instintivamente escarba con su mano en el aire, luego en mi silla, buscando mi mano, luchando al mismo tiempo para que sus pensamientos no lo alejen de mí. Observo sus dedos entrelazados en los míos, luego miro al frente indagando allá en su confín. Él aprieta mi mano con fuerza y dice: “Oh amor ¿qué tan eterno es este horizonte?”